El día 30 de octubre de 1910, ves la luz por vez primera en Orihuela, provincia de Alicante; nacido de la tierra, de la huerta del río Segura.
Me llamo barro, aunque Miguel me llame
Barro es mi profesión y mi destino
Que mancha con su lengua cuanto lame…
Creces en tu pueblo natal y son las cosas cercanas motivo de inspiración para un niño poeta. El huerto de tu casa paterna es refugio de ausencias y das rienda suelta al corcel desbocado que te crece dentro y exuda poemas en cada cabalgada.
En la casa un palomar
y la cama un jazminero
Las puertas de par en par
Y en el fondo el mundo entero
Vienes a Madrid con apenas dieciséis años y los anhelos se te confunden… ¡ilusión, deseos… y luego, desengaño¡ Vuelves al pueblo, pero ya sabiendo que tienes que estudiar a los clásicos, aumentar el vocabulario, pulir el estilo…
El amor te esta esperando. A Josefina van a ir dirigidos ahora tus versos. Nada de idealizarla, la quieres de carne y hueso.
Te me mueres de casta y de sencilla
Estoy convicto, amor, estoy confeso
De que, raptor intrépido de un beso,
Yo te libé la flor de la mejilla
Será en los posteriores viajes donde te midas con los grandes de tu generación, ya sin complejos de niño cabrero. Se está fraguando tu conflicto ideológico y querrás resolverlo con grandes cambios en la sociedad. Nunca es fácil.
Vientos del pueblo te llegan. Tiempos malos para los sentimientos. Vientos del pueblo te hieren, vientos del pueblo te arrastran.
Si yo salí de la tierra
Su yo he nacido de un vientre
Desdichado y con pobreza
No fue sino para hacerme
Ruiseñor de las desdichas
Eco de la mala suerte
Y cantar y repetir
A quien escucharme debe
Cuanto a penas, cuanto a pobres
Cuanto a tierra se refiere
Vives la guerra y, cuando cesan las ametralladoras, sigues con el amor a cuestas: “dormidos y despiertos, seguiremos besándonos en el hijo profundo, besándonos tú y yo se besan nuestros muertos, se besan los primeros pobladores del mundo”.
Tú, poeta luminoso, conoces la sombra de cárcel en cárcel. Y es la muerte la única capaz de resolver tu conflicto. Pero, para entonces, ya resuenan tus versos entre los más allegados:
Para la libertad sangro, lucho, pervivo
Para la libertad, mis ojos y mis manos
Como un árbol carnal, generoso y cautivo
Doy a los cirujanos
A nosotros, a mi generación, se nos hurtó por mucho tiempo tu presencia. Ni siquiera podíamos verte como un personaje en la sombra, porque mal puede dar sombra aquello que no existe.
Tuvimos que rebuscar entre los escombros de la historia para encontrar tus palabras ignoradas. Nos dijeron que habías estado condenado a morir y nos ha tenido que atravesar el rayo de tus versos para saber que en realidad estabas condenado a vivir.
Hace unos días he estado en Orihuela, en la casa museo de Miguel Hernández. Se celebra el centenario de su nacimiento. Impresiona la sencillez y la modestia. Podía pasar por una casa cualquiera, de cualquier tratante de ganado, si detrás de las piezas convencionales, ¡ay¡ no apareciera el huerto con la higuera ;y si, en un altillo, formando cuerpo con el armazón de la casa, no estuviera el lugar donde dormían las cabras a resguardo, a las que Miguel parecía estar destinado a cuidar.
La sensación de YO AQUÍ YA HE ESTADO, me acompañó durante todo el tiempo que duró la visita. Eran versos sueltos, de poemas diferentes, los que se abrían paso en mi memoria, resonando como susurros y me dejaban reconocer aquellos rincones de su infancia y adolescencia. Dejé escrito en el libro de reconocimientos unos versos de la elegía a Ramón Sijé, con quien compartió huerta e higuera. Me parecía el lugar apropiado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero
que tenemos que hablar de muchas cosas
compañero del alma, compañero.
En Orihuela, tu tierra y la mía. Marzo 2010
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