domingo, 5 de febrero de 2012

FÉLIX MARÍA SAMANIEGO

            Quizá, en este mundo de géneros literarios tan ajenos a las moralejas, donde nadie consiente recibir lecciones de nadie, la figura de Felix Maria de Samaniego aparezca trasnochada y falta de interés.
            Pero, curiosamente, en su momento, el hombre culto y atento a los cambios del siglo que le tocó vivir, el de la Ilustración, se había convertido con sus fábulas moralizadoras y satíricas en el azote de pacatos y fanáticos de un presente que ya era pasado. Un tiro por elevación.
            En un viaje a La Rioja alavesa y, confieso, con el único propósito de homenajear al mágico mundo del vino, me reencontré con Samaniego, olvidado desde los tiempos escolares.
             Nacido en la Villa de Laguardia, se conserva la casa en que nació. Un palacio señorial en piedra y balconadas de hierro, que nos da idea de la nobleza de la familia desde la que se asomó a  la vida.

Plaza Mayor de Laguardia



                                                          Casa natal de Samaniego

                                              Pórtico de la Iglesia de Sta. María de los Reyes

            Una auténtica joya el pueblo medieval, recinto completamente amurallado con cinco puertas de entrada. En el paseo exterior, bordeando las murallas, el pueblo ha dedicado una estatua a su ilustre vecino.




            Poco tiempo transcurrió su vida en el pequeño pueblo. Estudió  en un colegio en Francia –de ahí su entusiasmo por los enciclopedistas– y Leyes en la Universidad de Valladolid.
            Se inclinó por el género literario de la Fábula, que utilizó para hacer crítica mordaz contra la política y la religión. En 1781 publicó la única obra por la que le conocemos: “Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Bascongado”, 257 fábulas distribuidas en nueve libros, en las que ridiculiza los defectos humanos y aparecen críticas veladas pero implacables contra personajes relevantes, hábitos sociales y actitudes políticas de dudosa integridad.
            ¿Quién no conoce alguna de sus fábulas? Seguro que recordáis “La cigarra y la hormiga”, “La zorra y las uvas”, o esta otra:

                                                      CONGRESO DE RATONES


Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio,
Que después de las aguas del diluvio
Fue padre universal de todo gato,
Ha sido Miauragato
Quien más sangrientamente
Persiguió a la infeliz ratona gente.
Lo cierto es que, obligada
De su persecución la desdichada,
En Ratópolis tuvo su congreso.
Propuso el elocuente Roequeso
Echarle un cascabel, y de esa suerte
Al ruido escaparían de la muerte.
El proyecto aprobaron uno a uno,
¿Quién lo ha de ejecutar? eso ninguno.
«Yo soy corto de vista. Yo muy viejo.
Yo gotoso», decían. El concejo
Se acabó como muchos en el mundo.
Proponen un proyecto sin segundo:
Lo aprueban: hacen otro. ¡Qué portento!
Pero ¿la ejecución? Ahí está el cuento.





No hay comentarios:

Publicar un comentario