sábado, 5 de febrero de 2011

REVIVIENDO A MIGUEL HERNÁNDEZ

            El día 30 de octubre de 1910, ves la luz por vez primera en Orihuela, provincia de Alicante; nacido de la tierra, de la huerta del río Segura.

             Me  llamo barro, aunque Miguel me llame
             Barro es mi profesión y mi destino
             Que mancha con su lengua cuanto lame…
           
            Creces en tu pueblo natal y son las cosas cercanas motivo de inspiración para un niño poeta. El huerto de tu casa paterna es refugio de ausencias y das rienda suelta al corcel desbocado que te crece dentro y exuda poemas en cada cabalgada.

            En la casa un palomar
            y la cama un jazminero
            Las puertas de par en par
            Y en el fondo el mundo entero

            Vienes a Madrid con apenas dieciséis años y los anhelos se te confunden… ¡ilusión, deseos… y luego, desengaño¡ Vuelves al pueblo, pero ya sabiendo que tienes que estudiar a los clásicos,  aumentar el vocabulario, pulir el estilo…
            El amor te esta esperando. A Josefina van a ir dirigidos ahora tus versos. Nada de idealizarla, la quieres de carne y hueso.

            Te me mueres de casta y de sencilla
            Estoy convicto, amor, estoy confeso
            De que, raptor intrépido de un beso,
            Yo te libé la flor de la mejilla
           
            Será en los posteriores viajes donde te midas con los grandes de tu generación, ya sin complejos de niño cabrero. Se está fraguando tu conflicto ideológico y querrás resolverlo con grandes cambios en la sociedad. Nunca es fácil.
            Vientos del pueblo te llegan. Tiempos malos para los sentimientos. Vientos del pueblo te hieren, vientos del pueblo te arrastran.

            Si yo salí de la tierra
            Su yo he nacido de un vientre
            Desdichado y con pobreza
            No fue sino para hacerme
            Ruiseñor de las desdichas
            Eco de la mala suerte
            Y cantar y repetir
            A quien escucharme debe
            Cuanto a penas, cuanto a pobres
            Cuanto a tierra se refiere

            Vives la guerra y, cuando cesan las ametralladoras, sigues con el amor a cuestas: “dormidos y despiertos, seguiremos besándonos en el hijo profundo, besándonos tú y yo se besan nuestros muertos, se besan los primeros pobladores del mundo”.
            Tú, poeta luminoso, conoces la sombra de cárcel en cárcel. Y es la muerte la única capaz de resolver tu conflicto. Pero, para entonces, ya resuenan tus versos entre los más allegados:
           
            Para la libertad sangro, lucho, pervivo
            Para la libertad, mis ojos y mis manos
            Como un árbol carnal, generoso y cautivo
            Doy a los cirujanos

            A nosotros, a mi generación,  se nos hurtó por mucho tiempo tu presencia. Ni siquiera podíamos verte como un personaje en la sombra, porque mal puede dar sombra aquello que no existe.
            Tuvimos que rebuscar entre los escombros de la historia para encontrar tus palabras ignoradas. Nos dijeron que habías estado condenado a morir y nos ha tenido que atravesar el rayo de tus versos para saber que en realidad estabas condenado a vivir.

            Hace unos días he estado en Orihuela, en la casa museo de Miguel Hernández. Se celebra el centenario de su nacimiento. Impresiona la sencillez y la modestia.  Podía pasar por una casa cualquiera, de cualquier tratante de ganado, si detrás de las piezas convencionales, ¡ay¡  no apareciera el huerto con la higuera ;y si, en un altillo,  formando cuerpo con el armazón de la casa, no estuviera el lugar donde dormían las cabras a resguardo, a las que Miguel parecía estar destinado a cuidar.
             La sensación de YO AQUÍ YA HE ESTADO, me acompañó durante todo el tiempo que duró la visita. Eran versos sueltos, de poemas diferentes, los que se abrían paso en mi memoria, resonando como susurros y me dejaban reconocer aquellos rincones de su infancia y adolescencia. Dejé escrito en el libro de reconocimientos unos versos de la elegía a Ramón Sijé, con quien compartió huerta e higuera. Me parecía el lugar apropiado.

            A las aladas almas de las rosas
            del almendro de nata te requiero
            que tenemos que hablar de muchas cosas
            compañero del alma, compañero.


                                        En Orihuela, tu tierra y la mía. Marzo 2010

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